Paprica

Llegó como un trueno, como una daga,

cuyos ojos esmeralda flameaban

y gran tormenta en ciernes ocultaban.

Pues surgió en mí curiosidad que embriaga.


Imposible era no invitarla a casa

y querer todas sus penas conocer,

para cuidarla antes del atardecer.

Gran pena es que mi elocuencia sea escasa,


Así ahuyentando toda la esperanza

de volver a presenciar su firmeza,

cautivadora, digna de alabanza.


Guardo en memoria esas gélidas gotas

que se deslizaron por sus mejillas

y que ante ellas mis armas fueron rotas.

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