Paprica
Llegó como un trueno, como una daga, cuyos ojos esmeralda flameaban y gran tormenta en ciernes ocultaban. Pues surgió en mí curiosidad que embriaga. Imposible era no invitarla a casa y querer todas sus penas conocer, para cuidarla antes del atardecer. Gran pena es que mi elocuencia sea escasa, Así ahuyentando toda la esperanza de volver a presenciar su firmeza, cautivadora, digna de alabanza. Guardo en memoria esas gélidas gotas que se deslizaron por sus mejillas y que ante ellas mis armas fueron rotas.